GARMIN BARCELONA TRIATHLON
El pasado 6 de octubre disputé mi último triatlón de la
temporada: el Garmin Barcelona Triathlon en distancia Sprint. Esta era la
primera vez que disputaba este triatlón, ya un referente en lo que es el mundo
del triatlón por la cantidad de gente que participa (con distancias olímpicas,
sprint, súper sprint, relevos), porque suele tener un cartel de “pros” bastante
impresionante, porque suele ser el “bautismo” de muchos debutantes y por su
altísimo (y abusivo) precio. De hecho este último ingrediente siempre me ha
frenado para participar en esta carrera: una semana antes se disputa el de Gavà
(también con Olímpica y Sprint) y te puede salir por una tercera parte que lo
que cuesta inscribirse para la Garmin. Yo en mi caso la corrí porque conseguí
una invitación gracias a la mujer de un amigo que trabaja en Garmin, aunque en
distancia sprint (justo una semana antes hice el Olímpico de Gavà y AndreuLópez, mi entrenador on line de www.mybestchallenge.com,
me desaconsejó hacer dos olímpicos seguidos).
Ya el viernes fui a buscar el dorsal y la bolsa del corredor
a la feria del triatleta junto con mis dos hijos pequeños (Clara y Joan). Allí
ya se veía el nivel de la prueba por el número de stands y la cantidad y
calidad de marcas allí presentes más allá de Garmin. Fantástica organización
con cero colas y rápidamente recojo dorsal, camiseta, bolsa, regalos varios y
un par de Powerades que mis hijos me piden ilusionados. Aquí ya me empieza a
entrar el “gusanillo” por la cantidad de gente que veo y por el “ambiente tri”
que se respira en el pabellón de la Mar Bella.
El domingo día de carrera y, al contrario que lo que me
suele suceder en anteriores triatlones, no me toca pegarme un súper madrugón.
Me levanto “tarde” (8:30), desayuno, doy de desayunar a mis hijos, los visto,
me visto y preparo todo con calma para la carrera repasando no dejarme nada
(después del desastre de Palamós…). Se levanta Mercè y me voy de casa a las
10:15-10:30 de la mañana tras hablar con ella para que me vengan a ver a
disputar la carrera dado que es muy cerca de casa y hace buen día.
Llego rápidamente a Barcelona y aparco en el parking que hay
entre la Torre Mapfre y el Hotel Arts y me doy nuevamente cuenta de mi empanada
monumental en las triatlones: me he dejado la cartera en casa, estoy sin dinero
y sin documentación. Cojo mi bici y me voy hacia la zona de boxes y veo pasar
muchos triatletas que están corriendo la carrera de la distancia olímpica. Paso
por la zona de meta y veo a Mario Mola (que ganó la carrera y este año ha sido
3º en el campeonato del mundo de triatlón), Cesc Godoy (3º de esta Garmin) y a
Ainhoa Murúa (campeona de España y 3ª en féminas de la Garmin). Los tres están
ahí charlando tranquilamente con otros triatletas populares: es lo que me flipa
del triatlón, un popular puede llegar a participar en una carrera en la que
corren los mejores del mundo, es como jugar un partido con Messi, Cristiano
Ronaldo o Iniesta, brutal. Después de ello llego a boxes, dejo mi bici, charlo
con el personal que hay por ahí y me preparo todo para las transiciones. Otra
de mis empanadas: ¡me he dejado la toalla para los pies! Lo de la toalla no lo
tenía apuntado en mi lista y por eso me la he dejado. El problema de no tenerla
es que la zona de transición es de césped artificial con unas piedrecitas
negras que se pegan a los pies y cuesta sacarlas, con lo que decido dejar mi
camiseta como toalla (que luego no me serviría de mucho). Voy a la playa y
tengo más 45 minutos hasta mi salida. En este triatlón he decidido no usar
neopreno, dado el tiempo que me hace perder en las transiciones y que la
experiencia me dice que en una distancia tan corta no me aporta ninguna
ganancia de tiempo (tardo lo mismo), además el agua la semana anterior en Gavà
estaba caliente. El mar (a diferencia de las olas salvajes del viernes tarde)
está en calma, casi una piscina, si a eso le unimos sol y una temperatura
agradable (22-23º), es el día perfecto para disputar un triatlón. En la playa
hay mucha gente, algunos calentando en el agua, otras sentados charlando en la
arena con el neopreno a medio meter. Charlo con unos del club del Prat Triatló
para enterarme de las ventajas de ser socio: casi ninguna al menos para mí. Al
cabo de un rato decido nadar un poco para “activarme” y me doy cuenta de que he
acertado renunciando al neopreno: el agua esta calentita.
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Una hora antes de mi salida en la zona de boxes |
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Soy el que agacha la cabeza en la parte inferior derecha de la imagen |
Finalmente dan la
primera salida del sprint masculino, y al cabo de 10 minutos toca la mía (gorro
verde). Me coloco en 2ª línea hacia la derecha. Dan la salida y… golpes por
todos lados. Voy nadando entre una marea descomunal de cuerpos humanos, menos
mal que me había colocado las gafas debajo del gorro de natación. Afortunadamente
voy nadando bastante recto dirección de la primera boya, intento no agobiarme y
respirar cada tres brazadas. Al llegar a la primera boya sigo recibiendo golpes
por todas partes, mi preocupación es no recibir una patada en toda la
cara. Me dirijo a la segunda boya, giro
y enfilo la playa ahora con más espacio para nadar, mejor, más tranquilo. Salgo
del agua: 16 minutos (como en Palamós o Mataró, estoy abonado a este tiempo en
los 750 metros del sprint). Estoy bien, ni mareado ni nada. Me dirijo a la zona
de transición donde llego rápidamente y donde me vuelvo a maldecir por haberme
dejado la toalla: las dichosas piedrecitas no hay manera de sacarlas. Menos mal
que otro triatleta me deja la suya y me puedo poner calcetines y zapatillas sin
casi piedrecitas enganchadas. Cojo mi bici y hacia la salida (2 minutos 50
segundos en la T1).

Salgo a correr y noto mis piernas muy bien, así que imprimo
un ritmo alegre consciente de que “sólo” me quedan 5 kilómetros por delante.
Empiezo a adelantar triatletas. Rápidamente llegamos a uno de los dos
avituallamientos de la carrera a pie y en esas me pasa un triatleta alto y
rapado al cero. Me engancho a él, va a un buen ritmo que puedo mantener. En
esas que veo a Mercè animándome desde lo alto del paseo, es una alegría y un
estímulo tener una animadora tan especial, es la primera vez que alguien me
anima en una competición. Sigo a Erni (llevaba gravado el nombre en el mono de
triatlón), mi liebre particular, detrás de él todo el rato. No dejamos de
adelantar triatletas y nadie, absolutamente nadie, nos adelanta. Esta es la
diferencia con otras triatlones, aquí hay muuucho debutante y novatillo, con
menos preparación, en otros triatlones se me hace complicado adelantar a otros
competidores, pero aquí me siento el “crack” del running (je, je, alguna
ventaja debía tener la Garmin). Así seguimos Erni-Hugo, Hugo-Erni todo el rato
(en algún momento le adelanto, pero corremos a la par). Ninguno de los dos
cogemos bebida en el segundo avituallamiento y ya enfilamos los últimos 2 kms a
meta. A falta de 300 metros Mercè me vuelve a animar nuevamente (estímulo para
el sprint final). A unos 50 metros de la meta Erni imprime un cambio de ritmo
que no puedo seguir (él debe medir más 1,90 y tiene una zancada MUY grande).
Veo el reloj y me reafirma lo que ya intuía desde hacía mucho rato: que a pesar
de mis percances en la bici, iba a mejorar en mucho mi mejor marca personal en
triatlón sprint: 4 minutos menos que en Mataró este año (que supuso una rebaja
de 2 minutos respecto a 2012): 1 hora 20 minutos y 39 segundos, 23 minutos en
los 5 kms finales. Levanto los brazos y señalo al cielo dedicándoselo de nuevo
a mi padre, esta vez no me emociono tanto como en Gavà (vídeo de llegada a meta, aparezco a los 46 segundos, dorsal 4591). Hago un gesto con los
puños cerrados por la satisfacción de haberme superado a mí mismo de nuevo y
recojo mi medalla de finisher (en esto es de lo poco que diferencia a la Garmin de otros triatlones que cuestan
la tercera parte).
Cojo un plátano y una barrita, me dirijo a saludar y
felicitar a mi “socio” Erni (él no era consciente de que hemos ido juntos todo
el rato). Luego foto para la posteridad (que hay que pagar si la quieres sin
marca de agua: ¡20 € por una foto!) y salgo de la zona de llegada para
encontrarme con Mercè, mi compañera de vida. Fotos, recogida de bici en boxes y
fantástica comida en un chiringuito de la playa con Mercè como premio de final
de temporada de triatlón.
Con este ha sido ya mi quinto triatlón, el cuarto de la
temporada y me ha quedado muy claro que mi distancia preferida es la olímpica.
De cara a la temporada que viene me quiero federar para poder salir en otros
grupos y poder mejorar en el tramo de bici yendo en grupo, si repito en sprints
quiero bajar ampliamente de la hora y veinte minutos. Ahora afrontamos el
invierno con objetivos centrados en el running, intentando no dejar de lado del
todo la bici y la natación. Mi próximo reto la Behobia en noviembre (lo que
equivaldría a mi tercera media maratón del año) y con un reto grande para
inicios de 2014: correr la Maratón de Barcelona. Ya veremos…
Salud y kilómetros
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