Este domingo 15 de marzo de 2015 finalmente se cumplió uno
de los sueños que me entraron en la cabeza cuando me fui metiendo poco a poco
en el mundo del running (vamos, desde que empecé a correr en serio). La verdad
es que llegué a esto de correr por mera necesidad tras el nacimiento de mi hijo
Joan, a mí lo que me gustaba de verdad era ir en bici y un día decidí salir a
correr ya que no tenía tiempo prácticamente para salir con mi bici de montaña. Muy
lentamente fui combinando la bici y el spinning con alguna sesión de carrera
hasta que en septiembre de 2011 corrí mi primera carrera (en la Cursa de Fiesta
Mayor de El Prat de Llobregat) a la que me apuntó mi mujer sin saber que yo
jamás había llegado a correr 10 kilómetros seguidos (máximo 5 o 6). Aquel día
la fiebre del running entró dentro de mí y empecé a participar en nuevas
carreras y a pensar en nuevos retos: 5 kms en la Cursa per la vida contra el
cáncer de El Prat, la cursa de Bombers, la Jean Bouin, mi primer medio maratón, el segundo, otra Cursa de Bombers, la Behobia y hasta que llegó la Maratón de Barcelona en 2014.
Aquella escalada de retos se quedó allí, y es que no pude
acabar la Maratón del año pasado al tenerme que retirar debido a mi lamentable
estado de salud (casi que salí de la cama y me fui a correr la Maratón). El
resto del año 2014 dejé aparcada la maratón, me centré en hacer varios
triatlones sin tener muy claro si me presentaría otra vez en la línea de salida
de una maratón o no y cuándo sería. Pero estaba claro que no me podría resistir
demasiado tiempo a la llamada de la distancia de Filípides y en diciembre de
2014 me volví a apuntar a la Maratón de Barcelona por obra y gracia de Zúrich
(en agradecimiento de los múltiples seguros que tengo contratados con ellos).
Esta vez quise prepararlo igual o mejor que el año anterior y aprender de los
errores del pasado, así que Andreu López (mi entrenador personal on line
de www.estarenforma.net)
me diseñó un plan conservador en ritmos pero que me ha llevado a mi meta. Una
media de 4 entrenamientos a la semana, unos 600 kms corridos en 12 semanas,
muuuuuchos entrenos nocturnos (gracias a la nueva luz de Decathlon que te pones
en el pecho y pareces Ironman), muchos madrugones, mucha paciencia de la
familia, la media maratón del Prat y la Maratest de Badalona de por medio,
muchas dudas, alguna mini lesión, zapatillas nuevas y MUCHA FUERZA DE VOLUNTAD.
Todo ello me llevaron a afrontar con confianza la línea de salida este domingo.
El viernes fui a buscar a mi hija Clara al colegio (mi hijo
mayor Guillem y el pequeño Joan estaba enfermos) y nos fuimos juntos a recoger
el dorsal y a pasear por la feria del corredor. Me gusta que vea lo que hace su
padre e inculcarles el hábito de hacer deporte (es algo en lo que mis padres no
pusieron mucho empeño, era otra generación). Allí nos hacemos juntos una foto
en el photocall del recorrido y le caemos en gracia a una chica de la
organización que nos invita a grabar una dedicatoria en video. A mi hija le
hace ilusión y nos graban esta dedicatoria.
La noche del viernes al sábado estaba soñando que salía de
casa y me iba con Xavi y Jordi (los Cangreburguer) hacia la Maratón cuando de
repente suena mi despertador: veo la hora y son las 6:50… ¡Me he dormido!, ¡en
15 minutos me pasa a recoger Xavi, me tengo que vestir y no he desayunado con
tiempo! Me levanto de un salto (sin darme cuenta de mi confusión), grito
“mierda me he dormido”, se despierta mi mujer y le digo que en 15 minutos he
quedado y que no he desayunado, engullo un plátano, me despeloto para ponerme
la ropa para la maratón y… ¡me doy cuenta que la maratón es al día siguiente!
Vuelvo a la cama. Al día siguiente comenté esta anécdota con Xavi y Jordi y
resulta que no soy el primero que le pasa algo parecido, ¡hasta este punto
llega la obsesión por la maratón!
Aquel sábado tuvimos calçotada en casa de un amigo (Xavi) en
Riudecanyes (éramos como 20 adultos y casi tantos niños) y me fue muy bien
porque estuve todo el día distraído, participé de forma activa haciendo calçots
(muy divertido) y… me comí una ensalada y carne a la brasa (lo del Calçot el
día previo de la Maratón no es lo más indicado). Por la noche en casa lo
preparé todo: ropa, geles, cápsulas de sales para los calambres, dorsal, chip,
auriculares, gafas, planos de la carrera con mis tiempos estimados de paso para
Mercè en los puntos que yo creía que podría verme, y… me costó dormir.
Domingo 15 de marzo, suena el despertador (me había puesto
como 4 alarmas por si acaso) y a la primera me levanto, desayuno tortilla de
sobrasada, un plátanos, café americano y
me ducho (no lo suelo hacer antes de correr, pero es que todavía olía a calçots
del día antes). A las 7:05 me recogen puntuales Xavi y Jordi, en un momento
llegamos al edificio de Allianz donde trabaja Xavi y donde aparca siempre. Nos
encontramos con Felipe y Toni, nos preparamos, vamos al baño y me dirijo yo
sólo al guardarropa (este año hace más frío y he decidido dejar en el
guardarropa camiseta de recambio, sudadera, llaves…) y me cercioro de lo mal
que funciona (es lo único que funciona mal en esta carrera). Hago una cola de
15 minutos para entrar, una vez dentro es muy rápido. Acudo al encuentro del
resto de los Cangreburger que han estado calentando, sobre todo los que salen
al principio: Felipe tiene como objetivo bajar de 3 horas (vaya bestia parda
está hecho) y Xavi y Toni estar entorno de las 3 horas 15 minutos. Jordi quiere
bajar de las 4 horas y está en mi cajón, así que no calienta (total luego hay
que esperar 20 minutos parados hasta que nos dejan salir). Nos hacemos fotos
para la posteridad y cada uno a su cajón.
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De derecha a izquierda: Jordi, Toni, Felipe, Xavi y yo |
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Selfie esperando a salir |
Yo me quedo con Jordi, con quien ya he compartido espera y
cajón en otras ocasiones (Bombers 2013 y Maratón 2014). Decido desprenderme de
la sudadera vieja que he llevado para no pasar frío y ya oímos la salida de los
primeros. Vamos avanzando poco a poco, minuto a minuto hasta que pasados unos
14 minutos desde que salieran los primeros nos dejan salir a los de mi cajón.
En seguida me despido de Jordi (yo voy en plan amarrategui, objetivo es
acabar), encaro el Carrer de Sants y en este punto me viene a la mente el único
pensamiento negativo de la carrera: ¿qué carajo estoy haciendo yo corriendo una
maratón? Por suerte desaparece rápidamente ese pensamiento de mi mente y me
centro en correr cómodo, a ritmo constante y conservador. Al llegar al cruce de
Avenida de Madrid con Ronda del Mig busco a Héctor entre el público, pero no lo
veo (ya me lo imaginaba, con las dos peques hace falta mucha fuerza de voluntad
para ver a un colega pasar en mallas por la puerta de tu casa). En seguida me
entran ganas de volver a orinar, no dejo de pensar en ello y en Numancia decido
parar un momento para liberarme de semejante tensión. Sigo y veo la primera
cara conocida en la calle: Ruth Sergi, a quien he tenido el gusto de tener como
clienta en el pasado en mi empresa (ella está en la acera, no parecía animar a
nadie), la saludo (ella me medio reconoce) y sigo. Llegados al Camp Nou recojo
el primer avituallamiento (una pasada la cantidad que había este año,
estupendo) y prosigo. La subida a Diagonal se hace menos dura que el año pasado
y aprovecho este punto para dejarme llevar y recuperar fuerzas, tengo que ir
sobrado todo el rato. Llegamos a Fracesc Macià y empieza a haber más público
animando, entre ellos veo a Carlos Rivadulla (amigo de Álvaro, unos de mis
mejores amigos y que tuvo el placer de correr su primera y única maratón en
Nueva York), él no me ve pero yo a él sí (llevaba un cartel para animar a un
amigo). Me encuentro muy bien, controlando pulsaciones y disfrutando. En el km
10 marco 59:18, mejor que el objetivo inicial (que era ir en los 6 minutos/km).
Alcanzamos el parque donde está la Dama i l’Ocell de Miró y el momento es de
menos gallina de piel que el año pasado (el año pasado los bomberos animaban
con AC/DC y en el centro comercial de Las Arenas había un grupo que te hacía
ponerte a tope). Llegamos a Gran Vía y hago cálculos que pasaré más o menos al
tiempo previsto por Paseo de Gracia – Aragón (donde he quedado con Mercè, mis
hijos y mi madre), pero de nuevo me asalta la necesidad de orinar, así que
tengo que parar dado que voy bien de tiempo. Llegamos a Paseo de Gracia y está
mucho más animado que el año pasado además de que creo que hay más vallas. Me echo
a la derecha para no entorpecer a los corredores que hay detrás de mí y ya veo
a mis hijos (Clara y Guillem, el pequeño Joan se quedó con los padres de
Mercè), a Mercè y a mi madre. Me emociono, les beso a todos y le doy a Mercè
las perneras que había usado a modo manguitos por el frío y los guantes (ahora
no los necesito). Debió ser una maniobra de 10 segundos como mucho, pero me dio
energías renovadas para seguir. En Rosellón alcanzamos el km 15 de carrera (es
sorprendente incluso aquí la cantidad de gente que había animando), cojo dos
medios plátanos y me como uno, me tomo mi primer gel y una pastilla de sales
(llevo un montón, y no las justas gracias al aprendizaje de la Maratest de
Badalona). Llegamos a Sagrada Familia, otro momento precioso. A la altura de
Mallorca me echo a la derecha para asegurarme de que me haga una buena foto uno
de los fotógrafos oficiales: y lo conseguí ;-)
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Yo saliendo corriendo tras ver a mi familia en Paseo de Gracia |
El tramo de Valencia es largo hasta Meridiana, allí hablo un
momento con otro corredor y los dos afirmamos que la maratón de verdad aún no
ha empezado, estamos al inicio. Llego a Meridiana, el año pasado se me hizo muy
pesada, pero este año ya me la conozco y la llevo mejor. Al llegar al km 20
aprieto el ritmo (según lo hablado con Andreu, ya que me encuentro muy bien) y
dejo atrás a mi compañero de tertulia maratoniana. Meridiana no es de las
calles más bonitas de Barcelona (más bien todo lo contrario), pero la cantidad
de gente que hay animando ayuda a que se te haga llevadera. Llego al final de
Meridiana donde hay que dar la vuelta y el gentío es bastante impresionante.
Voy cogiendo agua casi en cada avituallamiento y me la voy administrando. Al
pasar la media maratón veo que voy por debajo de los 6 minutos/km: 2 horas 4
minutos y 52 segundos.
A partir de aquí
empiezo a ver corredores que empiezan a sufrir primeros calambres y los veo
tocados. Como voy sobradísimo de cápsulas de sales, y me acuerdo de mi agonía
de hace un año me acerco a partir de aquí a todo aquel que veo sufrir para
ofrecerle una cápsula de sales minerales, me alegra ver como un chico
extranjero que lo está pasando fatal me la acepta de buen grado. Sigo
satisfecho por mi buena obra y ya por fin dejo atrás Meridiana y alcanzo el km
22,5 donde me tomo un segundo gel y cojo uno de los que da la organización de carrera por
si acaso para más tarde. Llegamos al que es de DE LARGO el tramo más feo de la
Marató: el segundo tramo de Gran Vía, que además de feo es el más estrecho y
donde cuesta adelantar corredores. Aquí veo un grupo que toca canciones de U2
(Numb) cuyo cantante (Daniel Vilanova) es un antiguo compañero de la
universidad, le pego un grito y le saludo, saludo que él también me devuelve.
El circuito se vuelve a tornar bonito al alcanzar Rambla de
Prim, aquí el año pasado empezó mi sufrimiento que no acabó hasta más de 5 kms
más tarde. Este año voy bien, voy administrándome cápsulas y me noto bien de
fuerzas y no amenaza calambre alguno. Paso el km 25 y un hombre mayor cae al
suelo, voy a socorrerlo pero ya hay tres o cuatro personas encima de él y parece
que ha tropezado y está bien. Sigo y finalmente alcanzo Diagonal Mar, lo que el
año pasado fue mi sala de torturas particular. Me llama Mercè y me indica dónde
está esperándome: justo después de dar media vuelta tocando la Torre Agbar.
Llego allí y mi gran emoción: mi hijo mayor y mis cuatro mujeres (mi hija Clara a la que abrazo, Mercè a la que
beso y me dice un “te quiero”, mi madre y mi hermana). Mi hijo se pone a correr
al lado mío unos metros de mi mano y luego nos despedimos hasta la meta donde he
quedado con Mercè para entrar con mis hijos de la mano (mi gran ilusión de esta
Marató).
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Encontrándome con mi familia en Diagonal Mar |
Sigo camino del final de Diagonal Mar. En el km 30 me tomo
un tercer gel y pillo un par de medios plátanos. De repente me doy cuenta que
acabo de pasar el punto donde me retiré el año pasado tras 5 kms de agonía y la
emoción me invade: nunca había corrido tanta distancia, a partir de ahora todo
es sumar más muescas a mi experiencia personal.
Finalmente dejo atrás Diagonal
Mar y me dirijo hacia lo que espero que nunca llegue: el muro. Voy por el
litoral y le doy una pastilla a un hombre que estaba muy tocado de calambres y
le ofrezco mi agua, él me lo agradece pero estamos a escasos 100 metros del
siguiente avituallamiento. Ya empiezo a buscar con la mirada a mis cuñados
(Miquel y Moon) y a mi sobrino Quel. Finalmente veo la barba de mi cuñado
asomar en el horizonte y a mi sobrino en su pequeña bici, otro momento piel de
gallina con mi cuñado gritándome como un loco. Beso a mi sobrino (el pobre creo
que no tenía mucha idea de quién era en ese momento), choco la mano con Miquel
y le digo que estoy bien. Sigo y al cabo de nada me asombro al ver varios
corredores como llevan a una chica en una litera con ruedas durante toda la
Maratón, ¡esto es brutal!
Llego finalmente a Marina donde ya vislumbro que con toda probabilidad, aunque sea cojo tengo
que acabar. Aquí de repente oigo que gritan mi nombre “¡¡¡¡Hugoooo!!!!” que
enorme ilusión ver a Mónica, amiga del trabajo. Momento subidón que hace que
encare los siguientes metros con gran ilusión y donde veo que acercarme a las 4
horas es casi imposible (tendría que correr los próximos kilómetros a 5 minutos el kilómetro), con lo que decido ir
controlado y tranquilo. Llegar a Arco de Triunfo es único e indescriptible, la
emoción de pasar por debajo del arco con tantísima gente animando, me vengo
arriba levanto los brazo y se me dibuja una sonrisa gigante de oreja a oreja.
Encaramos Urquinaona y finalmente momento subidón máximo: Plaza Cataluña y
Portal del Ángel, brutal, tremendo, como el Tour de Francia, gente animando a
ambos lados de un estrecho pasillo. No me puedo ni quiero sacar la sonrisa de
la boca, choco las manos con varios niños que me la ofrecen…. ¡esto es una
pasada! ¡Mejor incluso que la Behobia, que es difícil de superar! Plaça de la
Catedral y Vía Laietana. Ahora lo sé: acabaré.
Paseo de Colón, mis cuádriceps empiezan a mostrar signos de
agarrotamiento, pero yo sigo corriendo, ya que parar sería de suicidas.
Paral·lel, también conocido como la calle de los Walking Dead. Veo ya los arcos
próximos a la meta al final, procuro mantener ritmo, pero es más difícil que
nunca. David de blogmaldito.com me hace una buena foto (a mí y otros tantos,
este hombre es una pasada). De repente Mercè me llama al móvil,
- ¿Dónde estáis?
-Justo al lado de un avituallamiento en Paral·lel
- ¿Al lado de Plaza España?
- En Paral·lel a la altura de Ronda de Sant Pau
Empiezo a buscarlos, no veo ningún avituallamiento a la
altura de Ronda de Sant Pau. Me estoy acercando a meta, el ambiente es una
pasada, pero… ¿dónde está mis hijos y Mercè? Se me acaba el Paral·lel y ni
rastro de mis hijos. Veo con desesperación otros niños esperando a sus padres,
pero no son mis hijos. No están. Tengo que entrar en meta y no estoy contento,
los necesitaba a mi lado, he deseado este momento desde que empecé a entrenar
la Maratón del año 2014. Me embarga la pena y no disfruto de mi llegada a meta
como debería, como sabía que iba a disfrutar, como sabía que me iba a
emocionar. Pero no, no me emociono, estoy contento pero vacío porque por algún
extraño motivo no he encontrado a mis hijos. Intento alegrarme pero me cuesta,
he hecho 4 horas, 7 minutos y 27 segundos (más de medio minuto me lo he tirado
buscando a mi familia). Recojo bebida y hablo con Mercè: ¿dónde estáis? Yo ha
llegado a meta. Como un par de plátanos y naranja, me hago con mi medalla de
finisher y se acabó.
Después de una considerable cola en el guardarropa me
encuentro con mis hijos y Mercè. No han ido a Plaça Espanya y estaban más debajo
de Paral·lel. La APP de la Marató les ha jugado una mala pasada porque a mi
mujer le ha dejado de funcionar y no sabía dónde estaba yo. Además mi hermana
les ha dicho que no fuesen a Plaça Espanya, que habría demasiada gente y no me
verían… una pena. Me hago fotos con los niños, mi mujer y mi madre y… vuelta
para casa. Ahora ya tengo otro motivo para entrenar de nuevo la Marató 2016,
conseguir entrar a meta de una puñetera vez de la mano de mis hijos. Una pena,
pero feliz (menos de lo esperado).
Salud y kilómetros
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