Ayer disputé por tercera vez la Marató de Barcelona. Mi
tercera participación y la segunda vez consecutiva que la termino y cabe decir
que cada año mejora.
Me apunté a la Marató ya a finales de noviembre y, como
siempre, el entrenamiento fue duro. Levantarse temprano con el frío (eso sí,
menos que otros años), las salidas nocturnas, a mediodía, a media tarde,
corriendo por Sant Cugat, corriendo por El Prat (sólo un entreno de 21 kms),
corriendo la Maratest de Badalona, corriendo con el frío de Vielha… en
definitiva, fuerza de voluntad e ilusión.
Este año se plantearon dos complicaciones adicionales: la
primera (y más grande) es que mi hija tenía colonias ese mismo fin de semana (ya
es casualidad) y suponía que el domingo a las 12 del mediodía teníamos que
estar en la casa de colonias; la segunda es que justo era el primer fin de
semana que teníamos abierto el negocio familiar tras muchos meses de trabajo y
esfuerzo por parte de Mercè, mi mujer. Así, me fue de un pelo el no poder
correr la carrera, pero por suerte lo pudimos organizar para que pudiese
participar un año más.
El viernes fui con mis tres hijos a recoger el dorsal, la
verdad es que me encanta ir con ellos para que vivan lo que supone un
acontecimiento como una Maratón y también de este modo inculcarles el amor por
el deporte (algo que mis padres no me inculcaron, eran otros tiempos). Como
siempre se fueron llenos de regalos por parte de los patrocinadores y nos
pudimos hacer las fotos de rigor previas a la carrera.
La noche anterior a la Marató dormí en casa de mi madre
junto con mis hijos Joan y Guillem. Mi madre vive justo delante de uno de los
puntos por los que pasaba la Maratón, así que a nivel logístico para ella sería
muy fácil. Además ello me permitió a mí el poder ir tranquilo a la salida en
metro, sin tener que depender de coche y con tiempo para ir tranquilo. Así que
me levanto temprano (antes de las 6), desayuno paleo, me pongo todo lo previsto
para la carrera (que de hecho ya había preparado minuciosamente el viernes
noche) y me dirijo en metro a la salida. Aquellas horas la mayoría éramos
corredores, abrigados porque el tiempo amaneció fresco aunque soleado. En el
vagón del metro a las 7:15 de mañana se
produjo una curiosa mezcla de corredores con un nutrido grupo de gente que
venía de fiesta (o que tenían intención de seguir con ella). Al llegar a la
estación de metro de Plaza España, cierto colapso para salir, pero todos
tranquilos y ordenados vamos saliendo.
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Casi una hora antes de la salida, la anaconda no daba mucha guerra |
Una vez en la calle me dirijo
tranquilamente hacia la zona donde suelen calentar los Cangreburguer, mis antiguos vecinos y colegas de entrenamiento
cuando vivía en El Prat. Allí busco la viabilidad de salir junto con Jordi (que
hemos compartido cajones en muchas ocasiones: 2 maratones, curses de bombers…)
y si la cosa va bien poder correr juntos. Pero él va con un objetivo más
ambicioso: 3 horas 45, algo que yo dejo aparcado para otro año y además sale en
un cajón más adelantado. Allí también ha venido a animarnos Pau, que debido a
su reciente accidente de moto no puede correr y se le nota que echa de menos el
gusanillo de las carreras. Pau ha venido en bici desde El Prat y nos hacemos
foto todos juntos.
Llega el momento de ir a nuestro respectivo cajón, nos
deseamos suerte. Entro en mi cajón y… ¡oh sorpresa! Estoy justo delante de Rafa
Pérez (quizás el corredor popular más conocido de toda Cataluña) y que
acostumbre a ir a ritmos de sub 3h en maratón. Estoy a punto de preguntarle qué
hace en este cajón cuando veo que está con su padre, que también va a correr la
Maratón, me parece algo muy bonito que sólo hace que engrandecerle, le envidio,
ojalá yo hubiera podido compartir con mi padre esta pasión por el deporte (es
algo que espero en un futuro poder hacer con mis hijos).
Mientras esperamos enciendo la app de seguimiento en vivo de
la Marató (que este año SÍ funcionó, a diferencia de 2015) y decido correr
escuchando música en la radio (no sé por qué mi móvil no detecta la tarjeta
mircroSD donde tengo mi música). Dan la salida de los primeros cajones y me
desprendo mi jersey azul viejo que llevaba para protegerme del frío de la
mañana. Debajo llevo unas perneras en los brazos a modo de manguitos, guantes
no muy gruesos y un buff en el cuello. Ahora hace frío y pasaremos por algunas
calles a la sombra, así que como soy algo friolero decido llevar todos estos
complementos hasta poder dárselos a mi madre en el km 15. Ya se oye a Freddie
Mercury y a la Caballé entonar “Barcelona”. Está a punto de darse nuestra
salida, me emociono, pienso en mi hermana, mi madre, mi mujer y mis hijos y…
empezamos.
Acaba de dar el pistoletazo de salida, en la imagen superior estoy en la izquierda de la imagen, en la inferior a la derecha |
Los primeros kilómetros por Sants me cuesta encontrar el
ritmo objetivo: estoy en el cajón de 3:45 -4 horas y la gente está corriendo
por encima de 6 minutos/km! Me encuentro verdaderos tapones y muros humanos y
voy haciendo eses para poder adelantar a la gente. Demasiada gente este año al
principio. Llegamos por fin a Avinguda Madrid y ya puedo correr más cómodo, me
siento bien: yendo por debajo del ritmo objetivo (llevo la pulserita de “pace
your run” de Asics para poder acabar en 3h 59, muy muy útil).
La verdad es que
me empiezo a sorprender muy gratamente de la cantidad de gente que hay animando
en este tramos de Barcelona que normalmente está más desangelado (al fin y al cabo son cerca de las 9 de la mañana
de un domingo de marzo algo frío y estos son los primeros kms de carrera). Al
girar por Numancia y subir aminoro el ritmo y todo me vuelve a confirmar el
enorme cambio que ha habido en cuanto a animación de esta carrera: el año
pasado recuerdo ver por casualidad a una conocida, pero este año está todo
lleno de gente animando donde el año pasado casi sólo estaba ella con sus hijos
(que ni siquiera estaban animando). Al llegar el km 5 veo que ya voy unos 22
segundos por encima del tiempo objetivo de 3:59, cojo una botella de agua (con
tapón, ¡menos mal!, y casi mi único Powerade). Llegamos al tramo del Camp Nou y
a pesar de la ligera primera subida mis pulsaciones siguen súper controladas y
el ritmo sigue siendo bueno. Cuando ya encaramos el repechón fuerte que lleva
del Camp Nou a la Diagonal aminoro el ritmo porque ya me he metido en Zona 5 de
frecuencia cardiaca. Llego a Diagonal y recupero ritmo y pulsaciones. Llegamos
enseguida al km 7,5 y decido tomarme mi primer gel (de los 4 que llevo).
Alcanzamos en seguida la Plaza Francesc Macià y busco a
Carlos Rivadulla, un amigo de un amigo, lo veo y me dirijo hacia él, chocamos
la mano y sigo. Bajando por Ugell me noto ágil de piernas y fresco como una
rosa (es bajada) pero para mi sopresa voy alto de pulsaciones, en zona 5. Así
que aflojo el ritmo para volver a asentarme en la zona 4.
Giramos por París y
paso por delante del Fogón (bareto cutre desaparecido que frecuentábamos mis
amigos y yo en nuestra época canalla) y me acuerdo de mis viejos tiempos. En
breve llegamos al km 10 y veo que voy muy bien de margen, unos 2 minutos más o
menos. Soy consciente que voy ligero de piernas y que estos últimos 3 kms eran
francamente favorables. Me tomo mi primera cápsula de sales minerales para
evitar calambres.
En nada volvemos a llegar a Numancia y esta vez la bajamos
dirección Plaza España. Mucha animación y estoy bien. Al llegar a Las Arenas
miro el reloj y veo que son las 9:55, así que más o menos sobre las 10:10 me
encontraré con mi madre y mis hijos en el KM 15. El tramo de Gran Vía siempre
me parece un tanto aburrido, quizás porque por aquí he pasado en muchas
carreras: la maratón, la media maratón, la Jean Bouin, la Cursa de Bombers… Finalmente
llegamos a Passeig de Gràcia y aminoro algo el ritmo (aunque mi corazón sigue
controlado de pulsaciones). Al acercarme a la calle Rossellón (donde giramos a
la derecha) me voy preparando todo lo que debo entregar a mi madre en el km 15:
manguitos, buff y guantes.
Llego finalmente a ellos: allí están Guillem, Joan y mi
madre. Les doy un beso a los tres y veo con ilusión como Joan ha hecho un
cartel que pone “Papi! Papi! Papi!” (sólo tiene 5 años). Me voy contento y sigo
mi camino. Llego al primer avituallamiento sólido del recorrido y me cojo un
plátano: hay que procurar comer y beber a lo largo del recorrido. Llego en seguida a la Sagrada Familia y paso
por delante de donde ya sé que se suelen poner los fotógrafos de Marathon Fotos
(y me hacen un par de fotos para el recuerdo).
En seguida tomamos ya dirección
de la Meridiana y en el km 17,5 me tomo mi segundo gel. Encaramos Meridiana,
como siempre con mucha gente que hace que este tramo de la ciudad (no muy
vistoso) sea más llevadero. Después de un par de kilómetros de ir viendo a gente más adelantada que tú, toca llegar al
final, dar media vuelta y encarar los últimos metros antes del Medio Maratón.
En el km 20 cojo agua y otro medio plátano, me tomo mi segunda cápsula de
sales. Todo va bien y me noto muy ligero de piernas y muy controlado de
pulsaciones (casi en zona 3!) llego al Medio Maratón con 3 minutos de margen respecto
al objetivo de 3:59, en 1 hora 56 minutos y 43 segundos.
Del km 20 al 25 hago mi mejor parcial, notándome bien, a
pesar de algún que otro repecho. Sigo contento y ahora ya decido correr sin
música, escuchar el sonido de mis pisadas, de los otro corredores y oyendo los
gritos de ánimo. Encaramos el tramo final de la Gran Vía, el que para mí es más
aburrido de todo el recorrido, ya que al no haber estaciones de metro cercanas
casi no hay gente animando y además es un tanto estrecho para correr con
comodidad. Finalmente, por fin, llegamos a la Rambla de Prim donde nos espera
una agradable bajada y el punto kilométrico 25. En este punto vuelvo a coger
agua, pero… se me escapa el avituallamiento sólido. Y no sé si fue a
consecuencia de ello o no, pero a partir de entonces me empiezo a notar menos
suelto (por otro lado lógico). Así que me tomo otro gel en el 26 y encaramos la
Diagonal hasta la Torre Agbar: nos pega el sol, pero es llevadero. Vamos viendo
también a los otros corredores que ya están de vuelta. Finalmente llego debajo
de la torre y damos la vuelta: está a reventar de gente y me acuerdo como en
los dos últimos años estaba aquí Mercè con los niños animándome, los echo de en
falta. Intento imprimir un ritmo más alto, mi frecuencia cardiaca sigue
controlada, pero en cuanto me despisto baja el ritmo objetivo. Me digo que
tengo margen, que aunque baje a 6 minutos/ km tengo margen para bajar de 4
horas.
En el km 30 no se me escapan los plátanos y las naranjas,
paso además por delante del punto en que abandoné hace dos años y me comparo lo
bien que estoy en comparación (a lo que me tomo otra cápsula de sales anti
calambres). Ya encaramos el Litoral. Allí me esperan de nuevo mis cuñados y
sobrinos: les saludo contento, doy dos besos a mi cuñada, choco las manos con
mi cuñado y sigo. El muro no aparece pero sí una señora que lleva un cartel que
pone “el muro no existe”, a lo que yo grito: ¡no existe, son los padres! Y
varios corredores alrededor mío ríen.
Encaramos finalmente Marina, cerca ya del
km 35 y me tomo mi último gel. Paso el avituallamiento y giramos por el Passeig
Pujades. Un corredor extranjero me pregunta por el tiempo que llevamos, yo veo
su dorsal y veo que es verde y le digo: tú saliste antes que yo, aunque él me
contesta que no, que salió en mi cajón. Le comento el tiempo total y me
pregunta el ritmo medio: 5:34/km le digo. Parece contento. Encaramos ya el Arc
de Triomf y vuelve a haber muchísima
gente animando. Nos dirigimos ya derechos hacia Plaça Catalunya. En este punto
me adelanta una conejita y hay un speaker animando a los corredores. En la
bajada hacia Portal de l’Àngel hay muchísimas personas a ambos lados de la
carrera, pero están casi todos callados (raro), somos varios corredores que
alzamos los brazos y reclamamos sus ánimos y la gente se vuelve loca (y
nosotros también) choco manos con muchos niños. En el avituallamiento de la Catedral
vuelvo a coger agua y plátanos y encaramos Via Laietana.
Passeig Colon es algo más tedioso pero la ansiada (y temida)
recta del Paral·lel está cerca. Al llegar al km 40 decido asegurar el tiro y
llamar con el móvil a mi madre para saber seguro dónde estará con los niños al
lado de la meta. Aquí, lógicamente, hago mi kilómetro más lento. Con todo el
lío pierdo de mi cinturón una bolsita con geles, pero no quiero parar. Una
chica al lado mío va muy, muy justa de fuerzas. Llegamos al último
avituallamiento antes de meta y grita: ¡Energía, fuerza! Yo vuelvo a beber unos
sorbos de Powerade y sigo.
A la altura de km 41 alguien me saluda: es Jaime, un
compañero de trabajo que está animando a los corredores. Me acerco ya a la
Plaça Espanya, que parecía nunca llegaría.
Busco ya el punto donde mi madre me ha dicho que estaban: a
la derecha de la marcha. Veo a mis niños: ¡¡¡¡mi ilusión cumplida!!!! Los cojo
de la mano y echamos a correr: Guillem quiere ir rápido, pero Joan sólo tiene 5
años y tiene unas piernas más cortitas. En seguida se me cansa Joan y lo cojo
en brazos, corro como puedo (correr, correr, no mucho). Al cabo de nada Joan me
dice que ya está bien, que puede correr. El arco de meta está cerca y disfruto
de este ansiado momento: la Maratón, la meta, un día perfecto, mi ciudad y dos
de mis tres hijos. Entramos en meta. 3 horas 56 minutos y 19 segundos (la segunda mitad casi 3 minutos más lento: 1 hora, 59 y 37 segundo). Mi MMP, 11 minutos menos que en 2015. Sin
niños habría bajado de 3:56, pero ¡qué más da!
Me agacho y nos abrazamos. Estoy feliz. Nos hacemos fotos y
vamos a recoger bebida, medallas y comida. Todo ha salido perfecto esta vez, el
año que viene (que espero que haya año que viene) quiero repetir la experiencia
entrando con mis tres hijos y con Mercè.
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Con mi madre y mis hijos |
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¡Otra medalla que nos ganamos! |
Salud y kilómetros,
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